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(10) Los Negros en la Mérida que se nos fue… y se nos va.

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Por Sergio Grosjean

La denominación genérica que se le daba a los africanos durante la colonia fue la de negros, pero hoy, en pleno siglo XXI son citados como africanos y afrodescendientes, sin embargo, en la Mérida que se nos va, se les nombra como “boxitos” o “boxitas”, siendo que “box” significa negro en maya, e “ito” el diminutivo en castellano, es decir: negritos. Sin hacerlo de manera voluntaria, esta designación que aceptamos tal vez por estar expresada en lengua maya, pudiese indicar un reconocimiento de identidad afrodescendiente o “afromaya”. En la península la palabra “negro” se utiliza de manera cariñosa pero también de manera despectiva, similar a “pelaná”.

Pero muchos se preguntarán que tiene que ver todo esto con la Mérida de antaño, la respuesta es sencilla: desde principios de la colonia llegaron esclavos negros a nuestras tierras peninsulares los cuales se comerciaban por medio de licencias concedidas a particulares que ostentaban algún cargo civil, religioso o militar.

De tal forma, entre 1551 y 1604 se introdujo alrededor de media centena esclavos estuvieron al servicio funcionarios públicos de alto rango y religiosos, así como otros que se destinaron a trabajar en el servicio doméstico de personas que contaban con las citadas licencias. Para el lapso de 1567 a 1797, el número de africanos entre hombres y mujeres de esa raza fue de 877 registradas en los matrimonios de Mérida según reporta una investigación del Dr. Jorge Victoria Ojeda, quien también ubica los primeros matrimonios que se dan entre negros y mayas, siendo que en el presente esa herencia biológica es invisible, aunque con el avance de la ciencia y estudios de ADN sería posible identificar ese rasgo genético en miles y miles de meridanos por obiedad, sin embargo, aunque pocos aceptan tener procedencia africana aunque fenotípicamente el gen haya mostrado en él la herencia biológica.

A pesar que es la Mérida de antaño no era tan común la venta de esclavos negros y de allá las citadas licencias, existen casos muy interesantes, como por ejemplo, a mediados del siglo XVIII, el gobernador Rivas Betancourt retornó a la capital junto con las compañías de milicias que participaron en la embestida hispana en Wallix contra los ingleses, quienes no tuvieron más alternativa que huir abandonando con ellos sus pertenencias entre las que podemos contemplar esclavos afrodescendientes.

Una vez que arribaron a la ciudad, los meridanos se arremolinaron en la plaza de armas para enterarse de las novedades y pormenores de la expedición, pero también mucha gente acudió a la plaza para ver ya sea por curiosidad o como potencial comprador de alguno o algunos de los numerosos negros que se trajeron como botín que rondó entre 250 y 300 africanos.

En efecto, lo que era un asunto cotidiano para otros sitios de la América colonial, en Mérida resultaba algo extraordinario la presencia de un contingente de negros para su venta al mejor postor. De hecho, tan inusual debió ser ese tipo de actos masivos en la capital, que de acuerdo al citado investigador, es el único caso del que se tiene noticia documentado para el siglo XVIII.

Es así, que el 18 de diciembre de 1779 el contador de la Real Hacienda yucateca, Diego de Lanz, firmó la resolución por medio de la cual se sacaba a subasta, por cuenta del rey, a parte de los negros capturados. En dicho documento se estipulaba que después de vender a los esclavos, sus nuevos dueños los presentarían para marcarlos con la real marca que nuevamente se mandó a fabricar y está formada por una Y y una R unidas, signo en que se descifra esta dicha provincia de Yucatán y [la] señal del Rey Nuestro Señor, que Dios guarde.

Importante señalar que se excluía a los que considerasen menores de cinco años, quedando sus dueños con la obligación de presentarlos luego que pasen de dicha edad para marcarlos en la cadera derecha como suponemos al igual que a todos los esclavos en Yucatán. Cabe mencionar que hasta ahora no ha sido hallado una sola de estas Yerra Humana o Carimba que se utilizaron en Yucatán, así que si piensas que tienes alguna sería interesante compartas una imagen. A decir del mismo autor, aunque no se cuente con la fuente que lo ilustre de manera escrita, es de suponerse que la demostración del estatus social en Mérida se dio con la compañía de sus nuevas adquisiciones (esclavos negros) durante los paseos por la ciudad.

Por otro lado, existieron en la Mérida del siglo pasado y antepasado personajes afrodescendientes que destacaron por su carácter y temperamento según nos narra en su magnífica obra “Mérida en los años veinte”, Francisco Montejo Baqueiro, como lo sería el Negro Timbilla, el Negro Miguel y el Negrito Crispín.

Por su parte, “El Negro Timbilla”, de nombre José Godínez Crespo, y que a decir del autor, era originario de Cuba, que por su oficio de lustrador de zapatos ocupaba espacios concurridos y simbólicos de la ciudad, como lo fue el palacio de Gobierno, o a un costado de este la centenaria sorbetería Colón. Se dice que sufría de malformación congénita en las piernas lo que que le impedía caminar normalmente, de tal forma se apoyaba con su bastón.

Además de su enfermedad y su color de piel Montejo Baqueiro describe a Timbilla como un hombre vulgar que y aficionado a las cantinas; era un hombre tan resentido que no podía convivir en sana paz con la gente y siempre en franca rebeldía, a grado, que cuando se da la famosa destrucción de la catedral en la época de Salvador Alvarado en 1915, entró con los manifestantes y /o vándalos y bailó sobre la imagen de Cristo. Sin embargo, Montejo Baqueiro afirmaba que Timbilla fue muy conocido y gozaba de una destacada popularidad callejera

Por su parte, el negro Miguel, (Miguel Valdéz) “color de caoba”, amante de los habanos y café, era vendedor de helados, “con su caja de canutos helados sobre la cabeza y su simpático pregón hecho canción: ‘Helao, helao, helao, helao, helao y son de piña, coco y matecao’.” Y aunque no escapa a la mirada estereotipada de su época, era un personaje “de carácter jovial y simpático” . Fué muy conocido por varias generaciones de meridanos y de cualquier estrato social (siendo que me recuerda en ese último aspecto al también desaparecido “Miguelito el rey de los pastelitos”). Llegó a gozar de tal popularidad, que posó para el artista yucateco Juan Gamboa Guzmán e inspiró a Ernesto Mangas un danzón titulado “el negro Miguel”, el cual se presentó en ocasión del carnaval de 1919 y se difundió con éxito en forma de disco.

El negro Crispín, que al igual que los anteriores llegó de Cuba y se consideraba a sí mismo como el embajador de Neptuno, capaz de prever la lluvia con solo observar la bóveda celeste . Esto lo volvió popular, pues todos los habitantes de Mérida le preguntaban: “¿Cuándo llueve?”, y eso le permitió sobrevivir pidiendo limosna, con una popularidad callejera que lo hizo como a tantos otros tipos populares, sin embargo, curiosamente fue un tipo antisocial y se le veía dormir en las bancas públicas.

Otro interesante personaje que nos recuerda el Dr. Eduardo Urzais Rodríguez en se magnífica obra “anécdotas yucatecas, reconstrucción de hechos”, fue el conocido como “el negro cubano “de apellido Pedroso, que fue el primer yucateco que vendió en la capital del país panuchos y tacos de cochinita pibil; a este si se le podía decir boxito según el citado Dr.

Finalmente, un personaje que no podemos omitir es al famoso Macalú, que a decir de Santiago Burgos Brito, en su obra “Tipos pintorescos de Yucatán”, era “el picador de ébano” debido al color de su piel y su pasión de la fiesta brava a quien se le consideraba el picador más popular del Circo Teatro Yucateco. Macalú era un hombre de color negro retinto, acharolado y orgulloso de su raza según lo describen las crónicas.

Ya para concluir, de acuerdo a Santiago Brugos Brito, el estereotipo racial al que solían asociarse a los negros “a los que se le saluda con gritos que imitan los de sus ancestros de la selva africana”; se le consideraba como un “ser inferior”, condenado “a soportar las burlas de chicos y grandes” y de acuerdo al mismo autor, se evidencia claramente que el “negro” de aquel tiempo era ante todo un símbolo, más que una persona, que curiosamente era a la vez familiar y extraño, cercano y distante. De ahí que se convierta en la amenaza que las madres suelen esgrimir para asustar a sus hijos desobedientes: “las madres hicieron de Macalú el coco de los chiquillos traviesos, y la forma más eficaz para adormecer a los niños que se empecinaban incansablemente en continuar con sus travesuras callejeras”. Sergio Grosjean Abimerhi 08/12/2022

Imagen del archivo Pedro Guerra: beisbolista Cubano Eusebio Cruz

apodado el “quince y medio” de origen cubano.(1883-1930 aprox), siendo que el béisbol es un deporte que llegó a Yucatán gracias a los cubanos según narra el Dr. Enrique Urzaiz Rodríguez.

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