-Audomaro ¿sabes qué añoro?
-¿La paz del seno materno?
-No empieces con tus mordacidades…Añoro nuestros ejercicios.
-No debí vender la bicicleta estacionaria, pero Benito la necesitaba más que yo.
-Me refiero a los otros ejercicios, Audomaro…aquellos de cuando llegaba la nochecita.
-Múltiples y variados. Me acuerdo que seguimos al pie de la letra aquel libro que te regaló tu primo Raymundo, el famoso pochqueso.
-214 consejos de la sabiduría hindú, con todo e ilustraciónes del maestro Lizama.
-El maestro Lizama sólo ilustró un ejercicio, el llamado “casita de paja”.
-Tienes razón, el era muy afecto a lo folclórico.
-Algunos de aquellos ejercicios nos dieron mucho trabajo, Angustias.
-Sólo los que eran al aire libre, como aquel que te subías a la mata de china, yo me acostaba abajo y…
-Se llamaba “Más allá del ancho río” y lo recuerdo bien. Algunos eran hasta peligrosos
-A mi me gustaba mucho “No creo en ti, pero te adoro” que venia recomendado por Pita Amor.
-Era hermoso, pero difícil, sobre todo por cómo quedaban las piernas…
-¿Recuerdas “Sana, sana, colita de rana”?
– Pedías doble ración.
-¿Y que tal como te ponías cuando nos tocaba “Ceviche mixto de mero y calamares en tu tinta” ?
– Perdía el poco juicio que tenía, Angustias. Ese era mi favorito, marcando tu cuerpo en pedacitos y dejando huellas de ventosas en tus brazos.
-¿Te acuerdas del día en que llegó de sorpresa mi mamá y estábamos en mitad del ejercicio?
-Era el número 58, llamado “Al que nace para tamal del cielo le caen las hojas”.
-¡Qué trabajo me dio limpiar los pétalos!
– Yo por poco no me puedo quitar las sogas.
-Audomaro…¿y se hacemos ahora mismo un ejercicio?
-Uno fácil, Angustias….ya tengo medio flameadas las bujías y vacila el motor de arranque.
-Hagamos el más sencillo, el “A Dios rogando y con el mazo dando”.
-A ver si encuentro el mazo en su lugar.
-Chistoso
-Caprichosa.
-Atrevido
-Zorrona