Por José Iván, desde Tekal de Venegas

Dicen los antiguos tekaleños que cuando se aproximan la última décima de días de octubre, ya debe separarse el “tercio” de leña que servirá para cocer la comida de día de finados, se comienzan a tortear las tablillas de chocolate, las velas de colores y blancas se guardan en las ollas envueltas de periódico, y las jícaras nuevas deben estar preparadas.

En tanto se termina de limpiar el solar, y según la posibilidad se “lecha” la albarrada frente a la casa para que luzca pulcra en la visita de los visitantes espirituales…

Una comisión familiar va al cementerio a limpiar las tumbas o los osarios, pintarlos, desyerbar a su alrededor para cuando vengan los visitantes los encuentren limpios y para darles a impresión que su visita anual es esperada en un marco de profundo respeto.

Las abuelas aconsejan a sus nietos a guardar respeto a lo que vean, y no estar de curiosos o de “chene oles”, porque pueden apreciar algún ánima que ya haya llegado adelantándose.
Los niños pequeños y de pecho se les pone una cinta de color negro en sus pulsos como señal clara ante los niños difuntos, los mejen pixan, para que estos no les lleven su alma, otros dicen que debe ser de color rojo, todo depende de la tradición familiar.
Y en todo el Mayab comienza a reinar un ambiente de expectación, de profunda melancolía y un ambiente místico, que hacen que estos días tengan un ambiente tan especial…
En canto el canto popular dice a la letra:

¡Oh vosotros caminantes!
Suspended, oíd, parad,
Bastará solo el oídnos
Para mover nuestra piedad.
Hoy pide nuestra aflicción,
Que querías cooperar.
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve al cielo a descansar.
Por: José Iván