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Edición No. 2

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ÍNDICE

El Presidente no puede solo por José Luis Castillo

Edición por Perla Camacho Camarena

Hemos llegado a la mitad del sexenio del presidente López Obrador. El estilo del mandatario ha marcado la línea en las esferas más altas del gobierno. Con un ejercicio inédito de rendición de cuentas, el presidente ofrece de lunes a viernes una conferencia de prensa en la que informa sobre los programas y proyectos del gobierno, recibe denuncias y contrasta opiniones con los periodistas. La decisión, con fines de abonar a la austeridad a inicios de su gobierno, de eliminar las vocerías de todas las secretarías para concentrarlas en la presidencia ha tenido claroscuros.

Es innegable el poder mediático del presidente. Su capacidad para marcar la agenda es inigualable; sin embargo, esto lo ha expuesto a un escrutinio permanente por parte de los medios de comunicación y también de la sociedad provocando polémicas que han lastimado a la “Cuarta Transformación”, a su gobierno y a su imagen personal.

El presidente no puede conocer los detalles de todo lo que pasa en el gobierno y en muchas “mañaneras” se le ha visto solo defendiendo ciertas decisiones o visiones políticas, e incluso personales, sobre diferentes temas. Estos errores y la falta de un aparato de comunicación social robusto y profesional le han impedido al gobierno de la 4T transmitir a la sociedad muchos de los logros que se han obtenido o los resultados de programas exitosos a los que se les debería de dar una mayor exposición.

El presidente se pierde en el constante golpeteo con la que él llama “prensa conservadora” y utiliza esta herramienta única como plataforma para pontificar sobre su visión de la política nacional y como un juicio permanente al modelo económico neoliberal que, si bien es importante contrastar lo que era antes con lo que se intenta conseguir, no puede ser el único objetivo.

Ante la figura dominante del presidente, su equipo queda rezagado. Eso explica el fenómeno del doctor Hugo López Gatell que, al inicio de la pandemia, se volvió la figura principal del gobierno y se convirtió en vocero y figura protagónica de la estrategia sanitaria. Ningún otro miembro del equipo del presidente, a excepción quizá del canciller Ebrard que se ha mantenido siempre como mano derecha del presidente, había tenido la capacidad de sobresalir más que AMLO.

Es innegable que el gobierno enfrenta un ataque permanente por parte de ciertos medios de comunicación. La crítica es siempre necesaria para que los gobiernos den mejores resultados y el escrutinio constante ayuda a evitar malos manejos o corrupción. Sin embargo, el ataque muchas veces está fundado en mentiras, noticias falsas, etc. y por más fuerte y dominante que sea la figura del presidente, su equipo no puede dejarlo solo.

El análisis profundo de los resultados de las pasadas elecciones tiene que considerar que la incapacidad del gobierno de contrarrestar esa guerra sucia y de no tener un canal de comunicación más claro y objetivo que las opiniones y visiones personales del presidente, pudieron pasarle factura, ya no digamos con quienes de por sí no apoyan a la 4T, sino en un sector informado de la sociedad que no encontró razones para refrendar el apoyo que le había dado a López Obrador en 2018.

El presidente debe, finalmente, dejar la campaña atrás y convertirse en el jefe de Estado que México necesita. Debe recordar que es presidente de todos los mexicanos, hasta de aquellos que lo atacan y calumnian y que como presidente no puede meterse en pleitos menores y discusiones que su equipo debería afrontar. El vocero de la presidencia, Jesús Ramírez, tiene la obligación de cuidar que la figura presidencial no se exponga a estos conflictos. El gabinete debe dar un paso al frente y defender las políticas que se están impulsando, se debe articular una comunicación más profesional y mucho más efectiva que conecte con estratos con los que hoy la 4T no ha encontrado vías para dialogar. El presidente debe entenderlo, debe aceptarlo y debe ser el primer interesado en empoderar a su equipo. El proyecto entero de la Cuarta Transformación podría depender de eso.

Como dos tragos por Yoyo

Edición por Perla Camacho Camarena

A Duan Estay, querido amigo, amante de la izquierda, la música y el futbol

Triiiiiing, triiiing, triiiiing.

Como puedo, consigo que mi brazo derecho alcance y oprima el botón que suspende el sonar del reloj despertador. Con los ojos a medio abrir observo con dificultad que las manecillas marcan las siete treinta. Por unos instantes me quedo en la cama con la mente blanco, tal y como les sucede a los zombis de Zaguayo de Gis y Trino.

Aterrizo y reflexiono sobre el por qué me comprometí a levantarme tan temprano en domingo para ir a echar la cáscara a las islas de CU. Maldigo la hora en que lo hice.

Dejo la cama, me pongo una playera cualquiera y decido vestir los pants Umbro que el Tri utilizó durante la copa del mundo de 1994. Cuando tomo las calcetas fulgurantes de un color blanco-azulado, me es inevitable pensar en mi abuelita.

-Mi hijito, mira nada más cómo traes de percudidas esas calcetas. De seguro anduviste jugando futbol en el fango. Quítatelas y déjame que te las lave de una vez. 

Perplejo, me quito con la templanza de un cirujano las enlodadas calcetas. Mi abuelita con una sonrisa descalificadora, las sujeta y las mete en un balde color verde.

– ¡Déjame ir por una muñequita de azul añil!

Confuso, espero a mi abuela mientras golpeo una y otra vez las suelas de mis tenis.

-Ay mi hijito, fíjate que no las encuentro. ¡Doña Esther!, grita mi abue, ¿sabe dónde quedaron las muñequitas de azul añil?

-Doña Esther que se encentra a mitad del patio tendiendo ropa, responde de inmediato. Doña Juanita, ya no hay, las últimas las utilicé para lavar los manteles de la mesa del comedor.

– Mi hijito Beto, todavía es buena hora, te voy a dar dinerito para que vayas a comprarme dos cajitas de muñequitas de azul añil, enunció mi abuelita apurada por encontrar dinero.

– Intrigado, le pregunto a mi abuela ¿cómo son las muñequitas de azul añil?

– Sin despegar la mirada de un montoncito de billetes me respondió: mira, el azul añil es un polvo color azul sin cloro, que sirve para blanquear las ropas y prendas más difíciles. En este caso, las muñequitas “Azul Brasso”, vienen empaquetadas individualmente, y son unas barritas circulares envueltas cuidadosamente como si fuesen caramelos. Por favor tráeme dos cajitas.

Siguiendo las instrucciones de mi abuelita fui a dar a la tienda “La Potosina” en Jesús María 93, en la colonia Centro.

Ay mi abuelita, pensé, siempre trabajando en algo. Para ella, los tiempos muertos no existen.

*

Me aseo los dientes, y justo cuando realizo buches con el enjuague bucal, escucho el timbre de la casa.

– ¡Ya me voy!, grito discretamente.

– ¿Ya desayunaste algo? Respondió mi mamá desde su habitación.

-No, terminando el fut vamos a pasar a comer algo.

Tomo el balón, verifico que el peso y el inflado sean los adecuados y después de realizar algunas filigranas, salgo y saludo al Mckenzie.

Tomamos camino hacia la casa de los Franco para pasar por Xavo, Juanquis y Vicman. Al llegar a la calle de Soledad, Mckenzie puso el balón en el suelo, luego lo levantó con su pie derecho, lo dominó con empeines y muslos hasta que con un giro sutil de su cabeza y cuello me envió el esférico para que se lo devolviese de la misma forma, comenzando así, el entretenido juego de las dominadas. A pesar de que un Valiant Acapulco pasó a toda velocidad y de que una jauría de perros callejeros estuvo cerca de ponerle fin a nuestra empresa, el balón no tocó el suelo en ningún momento.

– No manches, pensé mientras le daba un testarazo a la pelota, más que tetelpeños parecemos cariocas de favela.

Cuando doblamos por la calle de Balcón, decidimos ponerle fin a nuestro jueguito.

– Toca tú, dijo Mckenzie.

– Va, pero tu tocas en casa de Xavo y de Juanquis, respondí inmediatamente. En el momento en que me dispuse a tocar el timbre, una de las hojas del enorme zaguán negro comenzó a abrirse.

– ¿Qué patín? Saludó Juanquis vestido con pantalones de vestir color beige y zapatos y chamarra color marrón.

– ¿Qué pasó güey, no vas a ir a jugar? Preguntó extrañado Mckenzie.

– No, hoy no vamos a poder ir, tenemos que ir a Iztapalapita al cumpleaños de mi abuelita, respondió Juanquis resignado.

– Chale, qué mal pex. Oye, ¿tu carnal también va con ustedes? Pregunté mecánicamente.

– Sí, el güey se está peleando con mis papás porque insiste en llevarse puesta una playera de Testament. Dijo Juanquis mostrando una sonrisa de oreja a oreja.

– Cámara, que les vaya chido. Respondimos Mckenzie y yo casi al mismo tiempo, y nos dirigimos a la puerta de la casa de Xavo.

Después de tres intentos infructuosos. Fuimos directamente a la ventana de su cuarto, y con una moneda de cinco pesitos, tocamos con urgencia y ansiedad hasta escuchar, ¡Ya voy!

Xavo abrió la puerta y nos recibió con un prolongado bostezo. En su cuarto, en medio de otro extenso bostezo que le provocó que una pequeña lagrimita rodara por su ojo izquierdo, nos explicó que el plan de ir a jugar a las islas se suspendía.

– ¿Qué les parece si nos vamos al estadio Neza 86 a ver a mis Rayos del Necaxa? Sugirió Xavo emocionado.

– Suena muy bien tu idea, dije con cierto retraimiento.

– La neta es que sí nos gustaría ir, pero no traemos mucho dinero, objetó Mckenzie.

– Na, si es por eso no se preocupen, yo los invito. Dijo Xavo. Vamos, ¿o qué? ¿les tiemblan sus chichitas?

– Pues vamos, dijimos con convicción Mckenzie y yo.

– Bien, el plan es el siguiente, apuntó Xavo. El partido comienza a las tres de la tarde, mi tío Juanjo va a pasar por nosotros al mediodía. En lo que tomo una ducha, les voy a dar dinero para que compren unos consomés y unos tacos de barbacoa con Pompilio.

Mckenzie y yo pusimos manos a la obra y para no desentonar, acudimos estoicos a formarnos al puesto de Numa Pompilio. Mientras aguardábamos nuestro turno, Don Pompilio, por cortesía, nos ofreció dos tacos de barbacha muy bien servidos. Cuando llegó nuestro turno y nos preguntó qué íbamos a llevar, nuevamente nos acercó dos generosos tacones de guaguacoa que fueron rápidamente devorados por Mckenzie y por mí. La verdad es que cuando nos sentamos en el comedor de la casa de Xavo para almorzar, mi hambre se había extinguido.

**

En el momento en que Xavo notó que su reloj de pared marcaba las once con cincuenta y cinco minutos, nos animó a abandonar la casa, para congregarnos en el establecimiento de Liconsa que se encuentra en las inmediaciones de la iglesia de Tetelpan.

– Pónganse truchas, mi tío viene en un vocho, advirtió Xavo con inquietud.

Luego de cinco minutos de espera, procedente de las entrañas de San Bartolo Ameyalco, apareció Juanjo a bordo de un Volkswagen sedán 1981, edición Silver Bug. Pese a los años, el vocho lucía con pulcritud el color plata metálico de su carrocería y conservaba intactas las franjas laterales de color negro que hacían alusión a tan bella y singular edición.

Durante el trayecto al estadio, Xavo nos presentó con Juanjo. Éste, con actitud afable, nos contó escuetamente que trabajaba, desde hacía algunos años, para Núcleo Radio Mil, y no perdió la oportunidad para preguntarnos a qué nos dedicábamos nosotros.

-Yo, mencionó Mckenzie, por el momento dejé la enseñanza formal para dedicarme a algo más práctico. Actualmente, exploro el funcionamiento de discos duros, monitores e impresoras.

-En mi caso Juanjo, respondí con firmeza, debo confesarte que desprecio y detesto el sistema educativo actual. No estoy de acuerdo en que nos obliguen a cursar un currículo ajeno a nuestros intereses. En todo caso, estoy a favor de una sociedad desescolarizada.

– Xavo interrumpió mi alegato, y moviendo negativamente la cabeza, le comunicó a Juanjo en medio de una sonrisa socarrona, que no me creyera nada de lo que estaba diciendo. Beto está repitiendo año en la preparatoria número ocho.

***

Arribamos a las instalaciones de la Universidad Tecnológica de Neza alrededor de la una de la tarde. El estacionamiento lucía como un desierto. Seguramente, pensé con entusiasmo, en una hora este lugar estará rebosante de fanáticos de los Toros Neza. Al descender del coche, caminamos hacia la entrada principal del estadio inaugurado en el último tramo del sexenio de José López Portillo. Los puestos de tacos, tortas y de playeras alusivas al encuentro de hoy, comenzaban a tomar forma. Mientras Xavo compraba los boletos, observé que la torreta que da acceso a los dos niveles con que cuenta el estadio, es una especie de homenaje a los guerreros águila y jaguar de nuestra etapa precolombina, pues según mi percepción, la estructura hace referencia al “macuahuitl”, el arma de guerra mesoamericana.

Somos los primeros en acceder al interior del graderío. Tomamos asiento en la parte central del estadio, justo en la zona que queda enfrente del sector de sombra. Según mis cálculos, el recinto debe albergar a unos veinte mil espectadores.

Sentado, tomo mi rodilla derecha entre mis dos manos y contemplo fascinado, el lugar que unos diez años atrás, fue testigo del enfrentamiento entre la selección de Escocia y el representativo uruguayo de Enzo Francescoli. Aunque el partido culminó con un par de roscas, el encuentro es recordado a nivel internacional, por ser el partido en que se sacó la tarjeta roja más rápida de la historia de los mundiales, pues el árbitro francés Joël Quiniou a los 56 segundos de iniciado el cotejo, mandó a las duchas al charrúa José Batista. Sin embargo, más allá de que el partido contó con la presencia del gran Rod Stewart, este encuentro es recordado por la afición mexicana por ser el día en que tuvo lugar el verdadero “encuentro de dos mundos”. El día 13 de junio de 1986, será recordado eternamente, por ser la fecha en que los punks más rudos del país, conocieron a los hooligans más radicales de todo el Reino Unido. En los hechos, después de un proceso de exploración e inspección entre los de Neza y los de Escocia, y a pesar de las notorias diferencias físicas, en las calles aledañas y también en las tribunas del estadio, ambos mundos se descubrieron afines y coincidentes. En este sentido, tanto los unos como los otros bebían cerveza a borbotones y escuchaban hasta la saciedad las canciones de los Pistols.

****

La verdad es que el partido de hoy promete muchísimo. Por un lado, el equipo visitante ha demostrado ser el mejor equipo de los últimos años. Necaxa salió campeón en la 94-95 y en la 95-96, de la mano de su estrella, Alex Darío Aguinaga Garzón. No obstante ciertos cambios en la plantilla, Manuel Lapuente ha sabido mantener a los Rayos en la cima de la Liga Mexicana. De otra parte, el equipo de Neza, es actualmente la escuadra más espectacular del torneo. Atrevido, agresivo, osado, y sobre todo, carismático, el conjunto del Ojitos Meza se ha ido ganando a pulso la admiración de toda la comunidad futbolera. Pensado lo anterior, entendí que el partido que estábamos próximos a presenciar iba a ser todo un agasajo.

– Bueno, y ustedes a quién le van, preguntó Juanjo, mientras Xavo pedía las primeras chelas de la tarde.

– Le vamos a los gloriosos Pumas de la UNAM, respondió Mckenzie de manera automática.

– Cuídense porque el pájaro Domizzi está encendido, agregué rápidamente.

– Es verdad, al Puma lo veo bien, dijo Xavo mientras le daba un sorbo extenso a su cerveza.

– Si no mal recuerdo, Domizzi llegó al futbol mexicano a través del Atlas. Y la verdad es que tienen razón, el pájaro está intratable en lo que va de este torneo. Comentó Juanjo.

Conforme pasaron los minutos, el estadio comenzó a registrar una muy buena entrada. Quince minutos antes de que se diera el silbatazo inicial, el inmueble lucía repleto de banderolas color rojo. En el momento en que el sonido local dio a conocer las alineaciones del encuentro, nos enteramos de que, el Turco, Muhamed, el crack del Neza, no salía ni siquiera al banco de los suplentes. Incrédulos, Mckenzie y yo comenzamos a especular sobre las causas de tan lamentable ausencia.

– Debe seguir lesionado, el partido pasado salió con una molestia en el aductor izquierdo, señaló Mckenzie.

-Yo creo que no saltó al terreno de juego por una sobrecarga estomacal. Seguramente en el asado de ayer, el Turco se pasó de bifes y churrascos. Expresé sarcásticamente.

Cuando el partido entre el Neza y el Necaxa comenzó, Mckenzie y yo ya estábamos inmersos en otro partido, que consistía en beber al ritmo galopante que impusieron Juanjo y Xavo desde que ordenaron las primeras cervezas.

En el césped, el encuentro comenzó a tambor batiente. El Pony Ruiz salió inspirado, entraba como cuchillo en mantequilla cada vez que se disponía a encarar por la banda de la derecha. Fue tan incisivo, que como consecuencia de uno de sus centros, se suscitó un jalón en el área que el árbitro central sentenció como penalti. El ex puma, Memo Vázquez, tomó el balón y con mucha determinación puso el balón en el fondo de las redes. El estadio estalló en júbilo, Mckenzie y yo, sin dudarlo, nos dejamos llevar por los vecinos de tribuna y festejamos el gol de Memo. Xavo y Juanjo, por su parte, se mostraron toda la primera mitad, preocupados por el desempeño de su equipo.

Mientras tanto, en el otro partido, desde el minuto quince, Mckenzie y yo, ya teníamos aguardando para ser bebidas, dos vasos de cerveza completos. Al llegar al minuto cuarenta, la fila de cheves se nutrió con un par más. Esta situación comenzó a preocuparnos. En el entretiempo, Xavo y Juanjo, que sostenían un ritmo vertiginoso, pidieron otra ronda de chelas bien elásticas.

-Yo, por ahora no quiero, advirtió Mckenzie, intranquilo por la acumulación.

-Aquí, o todos coludos o todos rabones. Sentenció Juanjo, en el momento en que sacaba del bolsillo del pantalón una sorjuanita para pagarle al vendedor de victorias.

Sin otra alternativa, y al igual que los Rayos, Mckenzie y yo necesitábamos cambiar de actitud.

En la cancha del Neza 86, los antiguos electricistas del Necaxa ofrecieron otra cara en la parte complementaria. Ricardo Peláez empató el encuentro y Ángel Malibrán, aprovechando una salida temeraria de Pablo Larios Iwasaki, puso el marcador en favor de la escuadra visitante. Juanjo y Xavo contenían su emoción. Sin embargo, a pesar de que sus festejos fueron sutiles y moderados, cierto sector de la enorme mancha roja que nos envolvía, comenzó a mal mirar a los discretos necaxistas. A partir de este momento, el partido se tornó trepidante, el Colorado Lussenhof, abandonó la defensa central para sumarse a la ofensiva como un atacante más. Briceño anotó el empate tras rematar un tiro de esquina ejecutado por el Pony. El partido no daba tregua, los dos equipos no cesaban en su lucha por vulnerar la portería rival.

A estas alturas, en el otro escenario, las cosas no pintaban tan mal. Yo estaba a punto de tomar la penúltima cerveza, en tanto que Mckenzie presumía llegar al último vaso de cebada.

De pronto, una enorme ola de tensión se apoderó del estadio. El Toros Neza, fiel a su filosofía de juego, se volcó con todas sus armas para conseguir el gol del triunfo. Los rostros de nuestros necaxistas, en congruencia con lo que sucedía en el terreno de juego, reflejaban angustia y preocupación. Los Rayos comenzaron a jugar al contragolpe. Era tal la intranquilidad de Juanjo, que abandonando toda ecuanimidad, consciente de que Mckenzie era el único de los cuatro que llevaba reloj pulsera, lo volteó a ver y le pidió el tiempo del partido.

– Mckenzie, Mckenzie, ¿cuánto falta?, ¿cuánto falta?, preguntaba exaltado Juanjo.

– Mckenzie abstraído y sacudido por tanta bebida, miró y contempló por unos momentos su vaso de cerveza. Luego, alzó la cabeza para encontrar los ojos de Juanjo y con voz pastosa expresó: “pues faltan como dos tragos”.

– ¡No guey!, vociferó Xavo entre carcajada y carcajada. ¿Cuánto falta para que acabe el partido?

– Mckenzie comprendió la situación, miró rápidamente su reloj y advirtió que faltaban cinco minutos.

Juanjo, por más que trataba de involucrarse de nuevo al juego, no podía disimular su sonrisa.

Pronto, el nerviosismo que se vivía en la tribuna nos regresó al campo de juego. El Neza no quitaba el dedo del renglón, insistía e insistía, descuidando la retaguardia. Fue tal su empeño por conseguir el gol de la victoria que al filo del minuto 90, Lo Toros estimularon un corner por el lado izquierdo de la portería defendida por Nicolás Navarro. El tiro de esquina llegó dócil al corazón del área, parecía una tarea fácil para la defensa necaxista alejar el balón de la zona de peligro. Sin embargo, caprichosamente, el esférico confundió a los tres defensores de los Rayos que custodiaban su descenso. En medio de pifias y rebotes, la pelota llegó a los pies de Federico Lussenhof, quien sin vacilar conectó la bola con su pie derecho, para sentenciar el partido.

Xavo y Juanjo, permanecieron inmóviles, en contraste con lo que sucedía a su alrededor. El estadio se había convertido en una auténtica sucursal del manicomio. Mckenzie y yo, en solidaridad con quienes nos dispararon las entradas y las chelas, no nos atrevimos a generar ningún tipo de gesticulación hasta distinguir las reacciones de nuestros necaxistas. Cuando por fin voltearon a vernos, notamos que sus rostros reflejaban tribulación. No obstante, al poco tiempo comenzaron a digerir la derrota.

– Mmmmm, no importa, dijo Juanjo, fue un partidazo.

– Xavo coincidió con su tío y expresó que el resultado era justo.

En el instante en que la gente comenzó a dirigirse a las puertas de salida, Juanjo, sorprendido porque Mckenzie y yo habíamos aniquilado todos nuestros vasos de chelas, llamó al chico de la cubeta de cervezas y pichó otra ronda. Después de comentar los puntos finos del encuentro, Juanjo se levantó y nos invitó a abandonar el estadio. Cuando atravesamos la puerta principal, Juanjo se dirigió a Xavo y apuntó:

-Oye Xavier, este Mckenzie y este Beto qué malos salieron pa’l estudio… pero qué buenos salieron pa’l pedo.

Rechazo masivo de créditos en el FOVISSSTE por Omar Luciano

Edición por Perla Camacho Camarena

El mes de mayo se caracterizó por el rechazo masivo de créditos en el FOVISSSTE. Estos rechazos se dieron principalmente en la etapa de validación de la Clave Única de Vivienda, conocida como CUV.

El proceso para que el trabajador ejerza su crédito inicia una vez que sale sorteado, es decir, cuando el FOVISSSTE le avisa que ya puede ejercer su crédito. Primero, debe escoger a la SOFOM por medio de la cual realizará la gestión de su crédito; posteriormente, deberá elegir la vivienda que va a comprar. Una vez que ha elegido de manera libre la que será su nueva casa y ha llegado a un acuerdo con el vendedor, el siguiente paso es solicitar un avalúo. Una vez que se cuenta con el avalúo, se solicita la validación de la CUV. El solicitante debe pagar $301.60 pesos y solicitar dicha validación a través de la SOFOM. Normalmente, esta validación toma entre 3 y 4 días hábiles. Así ha sido desde hace 8 años, por lo menos.

Durante todo el mes de mayo del presente, la arquitecta, María del Carmen Zavala Sánchez, coordinadora de FOVISSSTE de los estados de Chiapas, Coahuila, Colima, Durango, Yucatán y Zacatecas, rechazó de manera sistemática prácticamente todas las solicitudes de validación, es decir, todas las viviendas, a pesar de que éstas cumplían con los requisitos y lineamientos, que ya de por sí son excesivos.

La Arquitecta estuvo anunciando sus rechazos a través de las SOFOMES, en muchas ocasiones acompañados de solicitudes insólitas y nunca vistas en los procesos del ejercicio de créditos FOVISSSTE. Una de esas solicitudes era que se le tenía que enviar un video de la vivienda. Causó mucha extrañeza que una funcionaria, desde su escritorio y sin conocer físicamente las viviendas, las rechazara aun cuando en el avalúo se dictamina que la vivienda cumple con todos los lineamientos.

Es importante resaltar que los valuadores son peritos profesionales que forman parte del padrón de una Unidad de Valuación que, a su vez, certifica los avalúos ante la Sociedad Hipotecaria Federal. Los peritos valuadores visitan e inspeccionan físicamente los predios y hacen un dictamen para determinar si la vivienda cumple o no con los lineamientos que exige el FOVISSSTE con el fin de convertirse en garantía del crédito.

Puede haber dos motivos para semejante rechazo masivo: que todos los peritos profesionales y controladores se hayan equivocado en sus dictámenes durante el mes de mayo o la actitud prepotente por parte de la arquitecta Zavala

Le pregunté a la arquitecta la razón de los rechazos vía correo electrónico y me contestó que ella es muy amable y que no se trataba de abuso de poder (sostengo que se puede ser amable y correcto en las formas, pero aplicar políticas prepotentes); sin embargo, tampoco parece lógico que todos los peritos de seis estados de la República se hayan equivocado. Ella insiste en que solo protege al FOVISSSTE y a los trabajadores al servicio del Estado, pero ¿acaso los trabajadores al servicio del Estado necesitan protección? ¿En el FOVISSSTE consideran que los trabajadores no son capaces de tomar sus propias decisiones? En este punto vale la pena destacar que, por lo menos aquí en Yucatán, la mayoría de los derechohabientes que ejercen sus créditos del FOVISSSTE son profesoras, profesores, enfermeras, enfermeros y médicos, ciudadanos mayores de edad con capacidad y derecho de elección, por lo que no creo que necesiten que una funcionaria los proteja por medio de actitudes paternalistas que, más bien, parecen prepotentes y coercitivas.

La arquitecta Zavala dejó de contestar mis correos; sin embargo, el 7 de junio tuve un panorama más claro de lo que pasó en mayo.

El 7 de junio, como por arte de magia, se validaron todas las Claves Únicas de Vivienda. Qué casualidad que justo un día después de las elecciones más grandes de la historia de nuestro país se hayan liberado todos los créditos. Queda claro que, en el FOVISSSTE, como en muchas otras instituciones y dependencias del Estado mexicano, existen grupos que pretenden sabotear dichas instituciones para generar disgusto entre la gente y crear una sensación de injusticia.

Debo reconocer que me impresionó ver de cerca la capacidad de estos grupos incrustados en el FOVISSSTE. Dejan en la incertidumbre a los derechohabientes y les quitan su derecho al crédito por varias semanas con tal de cumplir con su agenda electorera durante el último mes de las campañas políticas.

Apuntes para mis hijos. Benito Juárez

Apuntes para mis hijos
(1806-1857)

Primera Parte

En 21 de marzo de 1806 nací en el pueblo de San Pablo Guelatao de la Jurisdicción de Santo Tomás Ixtlán en el Estado de Oaxaca. Tuve la desgracia de no haber conocido a mis padres Marcelino Juárez y Brígida García, indios de la raza primitiva del país, porque apenas tenía yo tres años cuando murieron, habiendo quedado con mis hermanas María Josefa y Rosa al cuidado de nuestros abuelos Pedro Juárez y Justa López, indios también de la nación zapoteca. Mi hermana María Longinos, niña recién nacida, pues mi madre murió al darla a luz, quedó a cargo de mi tía Cecilia García. A los pocos años murieron mis abuelos, mi hermana María Josefa casó con Tiburcio López, del pueblo de Santa María; mi hermana Rosa casó con José Jiménez, del pueblo de Ixtlán, y yo quedé bajo la tutela de mi tío Bernardino Juárez, porque de mis demás tíos Bonifacio Juárez había ya muerto, Mariano Juárez vivía por separado con su familia y Pablo Juárez era aún menor de edad.

Como mis padres no me dejaron ningún patrimonio y mi tío vivía de su trabajo personal, luego que tuve uso de razón me dediqué, hasta donde mi tierna edad me lo permitía, a las labores del campo. En algunos ratos desocupados mi tío me enseñaba a leer, me manifestaba lo útil y conveniente que era saber el idioma castellano, y como entonces era sumamente difícil para la gente pobre, y muy especialmente para la clase indígena, adoptar otra carrera científica que no fuese la eclesiástica, me indicaba sus deseos de que yo estudiase para ordenarme. Estas indicaciones y los ejemplos que se me presentaban de algunos de mis paisanos que sabían leer, escribir y hablar la lengua castellana y de otros que ejercían el ministerio sacerdotal, despertaron en mi un deseo vehemente de aprender, en términos de que cuando mi tío me llamaba para tomarme mi lección, yo mismo le llevaba la disciplina para que me castigase si no la sabía; pero las ocupaciones de mi tío y mi dedicación al trabajo diario del campo contrariaban mis deseos y muy poco o nada adelantaba en mis lecciones. Además, en un pueblo corto, como el mío, que apenas contaba con veinte familias y en una época en que tan poco o nada se cuidaba de la educación de la juventud, no había escuela; ni siquiera se hablaba la lengua española, por lo que los padres de familia que podían costear la educación de sus hijos los llevaban a la ciudad de Oaxaca con este objeto, y los que no tenían la posibilidad de pagar la pensión correspondiente los llevaban a servir en las casas particulares a condición de que los enseñasen a leer y a escribir. Este era el único medio de educación que se adoptaba generalmente no sólo en mi pueblo sino en todo el Distrito de Ixtlán, de manera que era una cosa notable en aquella época, que la mayor parte de los sirvientes de las casas de la ciudad era de jóvenes de ambos sexos de aquel distrito. Entonces más bien por estos hechos que yo palpaba que por una reflexión madura de que aún no era capaz, me formé la creencia de que sólo yendo a la ciudad podría aprender, y al efecto insté muchas veces a mi tío para que me llevara a la capital; pero sea por el cariño que me tenía, o por cualquier otro motivo, no se resolvía y sólo me daba esperanzas de que alguna vez me llevaría.

Por otra parte, yo también sentía repugnancia de separarme de su lado, dejar la casa que había amparado mi niñez y mi orfandad, y abandonar a mis tiernos compañeros de infancia con quienes siempre se contraen relaciones y simpatías profundas que la ausencia lastima marchitando el corazón. Era cruel la lucha que existía entre estos sentimientos y mi deseo de ir a otra sociedad, nueva y desconocido para mí, para procurarme mi educación. Sin embargo, el deseo fue superior al sentimiento, y el día 17 de diciembre de 1818 y a los doce años de mi edad me fugué de mi casa y marché a pie a la ciudad de Oaxaca adonde llegué en la noche del mismo día, alojándome en la casa de don Antonio Maza en que mi hermana María Josefa servía de cocinera. En los primeros días me dediqué a trabajar en el cuidado de la granja ganando dos reales diarios para mi subsistencia, mientras encontraba una casa en qué servir. Vivía entonces en la ciudad un hombre piadoso y muy honrado que ejercía el oficio de encuadernador y empastador de libros. Vestía el hábito de la Orden Tercera de San Francisco y aunque muy dedicado a la devoción y a los prácticas religiosas era bastante despreocupado y amigo de la educación de la juventud. Las obras de Feijóo y las epístolas de San Pablo eran los libros favoritos de su lectura. Ese hombre se llamaba don Antonio Salanueva quien me recibió en su casa ofreciendo mandarme a la escuela para que aprendiese a leer y a escribir. De este modo quedé establecido en Oaxaca en 7 de enero de 1819.

La instrucción pública

En las escuelas de primeras letras de aquella época no se enseñaba la gramática castellana. Leer, escribir y aprender de memoria el Catecismo del padre Ripalda era lo que entonces formaba el ramo de instrucción primaria. Era cosa inevitable que mi educación fuese lenta y del todo imperfecta. Hablaba yo el idioma español sin reglas y con todos los vicios con que lo hablaba el vulgo. Tanto por mis ocupaciones como por el mal método de la enseñanza, apenas escribía después de algún tiempo en la 4ª escala en que estaba dividida la enseñanza de escritura en la escuela a que yo concurría. Ansioso de concluir pronto mi rama de escritura pedí pasar a otro establecimiento creyendo que de este modo aprendería con más perfección y con menos lentitud.

Me presenté a don José Domingo González, así se llamaba mi nuevo preceptor, quien desde luego me preguntó: ¿en qué regla o escala estaba yo escribiendo?; le contesté que en la 4ª. Bien, me dijo, haz tu plana que me presentarás a la hora que los demás presenten las suyas. Llegada la hora de costumbre presenté la plana que había yo formado conforme a la muestra que se me dio; pero no salió perfecta porque estaba yo aprendiendo y no era un profesor. El maestro se molestó y en vez de manifestarme los defectos que mi plana tenía y enseñarme el modo de enmendarlos sólo me dijo que no servía y me mandó castigar. Esta injusticia me ofendió profundamente, no menos que la desigualdad con que se daba la enseñanza en aquel establecimiento que se llamaba La Escuela Real, pues mientras el maestro en un departamento separado enseñaba con esmero a un número determinado de niños, que se llamaban decentes, yo y los demás jóvenes pobres, como yo, estábamos relegados a otro departamento, bajo la dirección de un hombre que se titulaba “ayudante” y que era tan poco a propósito para enseñar y de un carácter tan duro como el maestro.

Disgustado de este pésimo método de enseñanza y no habiendo en la ciudad otro establecimiento a que ocurrir, me resolví a separarme definitivamente de la escuela y a practicar por mí mismo lo poco que había aprendido para poder expresar mis ideas por medio de la escritura aunque fuese de mala forma, como lo es la que uso hasta hoy.

Entre tanto, veía yo entrar y salir diariamente en el Colegio Seminario que había en la ciudad, a muchos jóvenes que iban a estudiar para abrazar la carrera eclesiástica, lo que me hizo recordar los consejos de mi tío que deseaba que yo fuese eclesiástico de profesión. Además, era una opinión generalmente recibida entonces no sólo en el vulgo, sino en las clases altas de la sociedad, de que los clérigos, y aun los que sólo eran estudiantes sin ser eclesiásticos, sabían mucho, y de hecho observaba yo que eran respetados y considerados por el saber que se les atribuía. Esta circunstancia más que el propósito de ser clérigo para lo que sentía una instintiva repugnancia me decidió a suplicarle a mi padrino, así llamaré en adelante a don Antonio Salanueva porque me llevó a confirmar a los pocos días de haberme recibido en su casa, para que me permitiera ir a estudiar al Seminario ofreciéndole que haría todo esfuerzo para hacer compatible el cumplimiento de mis obligaciones en su servicio con mi dedicación al estudio a que me iba a consagrar.

Como aquel buen hombre era, según dije antes, amigo de la educación de la juventud, no sólo recibió con agrado mi pensamiento sino que me estimuló a llevarlo a efecto, diciéndome que teniendo yo la ventaja de poseer el idioma zapoteco, mi lengua natal, podía conforme a las leyes eclesiásticas de América, ordenarme a título de él, sin necesidad de tener algún patrimonio que se exigía a otros para subsistir mientras obtenían algún beneficio. Allanado de ese modo mi camino entré a estudiar gramática latina al Seminario en calidad de capense el día 18 de octubre de 1821, por supuesto sin saber gramática castellana, ni las demás materias de la educación primaria. Desgraciadamente no sólo en mí se notaba ese defecto, sino en los demás estudiantes generalmente por el atraso en que se hallaba la instrucción pública en aquellos tiempos.

Iturbide y los monarquistas

Comencé, pues, mis estudios bajo la dirección de profesores que siendo todos eclesiásticos la educación literaria que me daban debía ser puramente eclesiástica. En agosto de 1823 concluí mi estudio de gramática latina, habiendo sufrido los dos exámenes de estatuto con las calificaciones de Excelente. En ese año no se abrió curso de artes y tuve que esperar hasta el año siguiente para comenzar a estudiar filosofía por la obra del padre Juquier; pero antes tuve que vencer una dificultad grave que se me presentó y fue la siguiente: luego que concluí mi estudio de gramática latina mi padrino manifestó grande interés porque pasase yo a estudiar Teología moral para que el año siguiente comenzara a recibir las órdenes sagradas. Esta indicación me fue muy penosa, tanto por la repugnancia que tenía a la carrera eclesiástica, como por la mala idea que se tenía de los sacerdotes que sólo estudiaban gramática latina y Teología moral y a quienes por este motivo se ridiculizaba llamándolos Padres de Misa y Olla o Lárragos. Se les daba el primer apodo porque por su ignorancia sólo decían misa para ganar la subsistencia y no les era permitido predicar ni ejercer otras funciones que requerían instrucción y capacidad; y se les llamaba Lárragos, porque sólo estudiaban teología moral por el padre Lárraga. Del modo que pude manifesté a mi padrino con franqueza este inconveniente, agregándole que no teniendo yo todavía la edad suficiente para recibir el Presbiterio nada perdía con estudiar el curso de artes. Tuve la fortuna de que le convencieran mis razones y me dejó seguir mi carrera, como yo lo deseaba.

En el año de 1827 concluí el curso de artes habiendo sostenido en público dos actos que se me señalaron y sufrido los exámenes de reglamento con las calificaciones de Excelente nemine discrepante y con algunas notas honrosas que me hicieron mis sinodales.

En este mismo año se abrió el curso de Teología y pasé a estudiar este ramo, como parte esencial de la carrera o profesión a que mi padrino quería destinarme, y acaso fue ésta la razón que tuvo paro no instarme ya a que me ordenara prontamente.

En esta época se habían ya realizado grandes acontecimientos en la nación. La Guerra de Independencia, iniciada en el pueblo de Dolores en la noche del 15 de septiembre de 1810 por el venerable cura don Miguel Hidalgo y Costilla con unos cuantos indígenas, armados de escopetas, lanzas y palos y conservada en las montañas del Sur por el ilustre ciudadano Vicente Guerrero, llegó a terminarse con el triunfo definitivo del ejército independiente, que acaudillado por los generales Iturbide, Guerrero, Bravo, Bustamante y otros jefes ocupó la capital del antiguo virreinato el día 27 de septiembre de 1821.

Iturbide, abusando de la confianza que, sólo por amor a la patria, le habían dispensado los jefes del ejército, cediéndole el mando y creyendo que a él solo se debía el triunfo de la causa nacional, se declaró Emperador de México contra la opinión del Partido Republicano y con disgusto del Partido Monarquista que deseaba sentar en el trono de Moctezuma a un príncipe de la Casa de Borbón, conforme a los tratados de Córdoba, que el mismo Iturbide había aprobado y que después fueron nulificados por la nación.

De pronto el silencio de estos partidos, mientras organizaban sus trabajos y combinaban sus elementos y el entusiasmo del vulgo, que raras veces examina a fondo los acontecimientos y sus causas y siempre admira y alaba todo lo que para él es nuevo y extraordinario, dieron una apariencia de aceptación general al nuevo imperio que en verdad sólo Iturbide sostenía. Así se explica la casi instantánea sublevación que a los pocos meses se verificó contra él, proclamándose la República, y que lo obligó a abdicar, saliendo en seguida fuera del país. Se convocó desde luego a los pueblos para que eligieran a sus diputados con poderes amplios para que constituyeran a la nación sobre las bases de Independencia, Libertad y República, que se acababan de proclamar; hechas las elecciones se reunieron los representantes del pueblo de la capital de la República y se abrió el debate sobre la forma de gobierno que debía adoptarse. Entre tanto, el desgraciado Iturbide desembarca en Soto la Marina y es aprehendido y decapitado como perturbador de orden público. El Congreso sigue sus deliberaciones. El partido monárquico-conservador, que cooperó a la caída de Iturbide más por odio a este jefe, que por simpatías al Partido Republicano, estaba ya organizado bajo la denominación de El Partido Escocés y trabajaba en el Congreso por la centralización del poder y por la subsistencia de las clases privilegiadas con todos los abusos y preocupaciones que habían sido el apoyo y la vida del sistema virreinal. Por el contrario, el Partido Republicano quería la forma federal y que en la nueva constitución se consignasen los principios de libertad y de progreso que hacían próspera y feliz a la vecina República de los Estados Unidos del Norte. El debate fue sostenido con calor y obstinación no sólo en el Congreso, sino en el público y en la prensa naciente de las provincias, y al fin quedaron victoriosos los republicanos federalistas en cuanto a la forma de gobierno, pues se desechó la central y se adoptó la de la República representativa, popular, federal; pero en el fondo de la cuestión ganaron los centralistas, porque en la nueva carta se incrustaron la intolerancia religiosa, los fueros de las clases privilegiadas, la institución de comandancias generales y otros contraprincipios que nulificaban la libertad y la federación que se quería establecer. Fue la Constitución de 1824 una transacción entre el progreso y el retroceso, que lejos de ser la base de una paz estable y de una verdadera libertad para la nación, fue el semillero fecundo y constante de las convulsiones incesantes que ha sufrido la República, y que sufrirá todavía mientras que la sociedad no recobre su nivel, haciéndose efectiva la igualdad de derechos y obligaciones entre todos los ciudadanos y entre todos los hombres que pisen el territorio nacional, sin privilegios, sin fueros, sin monopolios y sin odiosas distinciones; mientras que no desaparezcan los tratados que existen entre México y las potencias extranjeras; tratados que son inútiles una vez que la suprema ley de la República sea el respeto inviolable y sagrado de los derechos de los hombres y de los pueblos, sean quienes fueren con tal de que se respeten los derechos de México, a sus autoridades y a sus leyes; mientras finalmente que en la República no haya más que una sola y única autoridad, la autoridad civil, del modo que lo determine la voluntad nacional, sin religión de Estado y desapareciendo los poderes militares y eclesiásticos, como entidades políticas que la fuerza, la ambición y el abuso han puesto enfrente del poder supremo de la sociedad usurpándole sus fueros y prerrogativas y subalternándolo a sus caprichos.

(Continúa en la próxima edición).

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