Por Sergio Grosjean
Antes que nada, agradezco infinitamente el destacado número de comentarios, aportaciones, compartidas y participación en general de esta serie que intitulamos “La Mérida que se nos fue… o se nos va…, y en la cual, como les comenté, todas las aportaciones serán consideradas y gran parte se citarán en el libro con sus respectivos créditos.
El tema de hoy creo que es relevante para los meridanos, ya que día a día nuestro patrimonio edificado se extingue, y pienso que mientras las cosas no cambien, podríamos poner nuestro granito de arena citando edificaciones que consideremos de valor histórico que se han perdido o se encuentran en ese proceso, y si podemos compartir imágenes entre todos sería fabuloso.
Podemos mencionar destrucciones que van desde parte de la Catedral de Mérida hasta su desvalijamiento durante el gobierno del Gral. Salvador Alvarado Rubio; o el caso emblemático de la expropiación de la iglesia conocida como “Dulce nombre de Jesús” o “Jesús María” que se ubicaba en la calle 59 por 62 y 64 durante el gobierno del mismo militar, quien ordenó la transformación de este templo católico en masónico. Años más tarde fue destruido con la supuesta intensión de construir un teatro, y del cual no se puso siquiera la primera piedra, siendo que por alguna razón que desconocemos pasó a manos de la iniciativa privada y hoy un desabrido estacionamiento.
El derribamiento de “El olimpo” aconteció durante la administración del alcalde Efraín Ceballos Gutiérrez, quién en el año de 1974, luego de de basarse en un supuesto estudio, autorizó a mazo y pico demoler el edificio erigido alrededor del siglo XVIII, que luego de varias remodelaciones hechas por sus diversos propietarios -que allá habitaban-, en los albores del siglo XX el uso del edificio se tornó eminentemente comercial, y es precisamente en esa época cuando surge el restaurante “El Olimpo” -que realmente también era restaurante café y cantina-, negociación que por asociación le proporcionó el nombre al edificio. Fue una verdadera lástima tal demolición, ya que además de ser bello portaba elegantemente diversos estilos arquitectónicos que testificaban su transformación, y siendo objetivos, no era necesario destruirlo, ya que indudablemente podía restaurase.

Por su parte, el derribamiento de la casa donde se hospedó Porfirio Díaz, hace algunas décadas de manera despiadada se demolió, siendo esta una de las casas más bellas que Mérida haya visto a lo largo de su historia. El edificio fue demolido en los años ochentas para transformarse en un antiestético estacionamiento, y a esta situación le acuñaría un cráter en el rostro del centro histórico de Mérida. Es así, que la casa del hacendado don Sixto García, ubicada contra esquina de la iglesia conocida como monjas en el cruzamiento de las calles 64 por 63, desapareció para siempre dejando como único testimonio imágenes y ladrillos pegados a la pared oriente.
Las bellas edificaciones que fueron demolidas para fabricar los horribles locales comerciales que hoy son propiedad del ISSTEY -si es que no los han vendido- tal y como se observa en la imagen inferior, es otra afectación visual de dos importantes arterias como son la calle 60 con 47. En la misma calle 60 pero con 65 se demolió el antiguo mercado para suplantarlo con el espantoso edificio donde se ubica el bazar García Rejón; vaya abismo de diferencia. (imagen superior).
La casa de la calle 59 con 58, construida inicialmente como casa habitación, dio lugar luego al club de Mérida en 1912, para posteriormente ser demolido y darle cabida a un edificio que nunca entró en funciones llamado “el elefante blanco”, que luego de estar abandonado por años y caerse literalmente a pedazos y provocar varios accidentes entre ellos uno mortal, fue demolido para albergar una desangelada edificación que fue la sede del Palacio Legislativo; el cual también fue derribado para construir el llamado Palacio de la música, que desde el punto de vista, estéticamente es un atentado al paisaje visual del centro histórico de Mérida.
Por otro lado, una arquitectura que pocos pueden explicarse cómo logró consolidarse en pleno siglo XXI es el templo Mormón ubicado en la calle 70 del centro. Este es un caso sorprendente, ya que se demolió más de media manzana para construir un complejo que atenta contra el paisaje visual debido a su arquitectura, y no puedo imaginarme una razón para autorizarlo que no se relacione con el término de corrupción, ya que es inconcebible que los arquitectos del INAH hayan avalado tal obra, y en caso contrario, sería justo que nos ofrecieran argumentos para haberlo secundado. En ese tiempo, fungia como delegada de esa corrupta Institución Federica Sodi.
De igual forma, a lo largo de décadas, los edificios bancarios en Mérida suplieron, por no decir engulleron sin número de bellas construcciones para edificar en su lugar modernos y deslucidos inmuebles. Podemos citar infinidad de ellos, ya que prácticamente todos, sin importar la compañía, usualmente hicieron prácticamente lo mismo a excepción de honrosas excepciones. Observamos el bello Chalet de la familia Medina ubicado en el paseo, sin duda una de las casas más bellas que ha existido en Mérida, la cual fue demolida para darle cabida al Banco de México. Otro caso para ejemplificar, podemos señalar el actual Banamex ubicado en el cruzamiento de las calles 59 por 56, siendo que al erigirlo se demolió la preciosa obra que casualmente también era banco.
La afectación de muchas calles a las que le retiraron el llamado “adoquín francés” durante el gobierno de Angélica Araujo y orquestado por Francisco Torres (a) “Panchito Torres”, es otra demolición que afectó terriblemente el paisaje visual de Mérida sin que hasta ahora, 10 años después, se haya intentado regresarle a esas calles y parques su encanto nato.
Finalmente, la desaparición de bancas, faroles y otros elementos utilitarios y con valor artístico retirados durante varios períodos gubernamentales también ha afectado el paisaje visual de nuestra ciudad.
¿Y tu de cual te acuerdas?