InicioColumnaLos Húngaros en la Mérida que se nos fue… (9)

Los Húngaros en la Mérida que se nos fue… (9)

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Por Sergio Grosjean

De aspecto poco agraciado y con el rostro avinagrado deambulaban por las calles meridanas entre los años sesentas y setentas algunas notorias mujeres quienes eran acompañadas por niños de diversas edades, siendo conocidas como “las húngaras” o “los húngaros” -hablando en sentido colectivo-, eran la amenaza perfecta para los niños que no respetaban las decisiones de sus padres, ya que te intimidaban diciéndote: “¡ niño, si te sigues portando mal te sacaremos a la calle para que te lleven los húngaros!”, o bien, si los progenitores no querían ver a sus hijos jugando en la vía pública la advertencia era que andaban los húngaros muy cerca.

Estoy seguro que muchísimos yucatecos que vivieron en aquellos tiempos en nuestro estado, recordarán que en todo el territorio peninsular, incluyendo al vecino estado de Campeche, era evidente en la presencia de gitanos y/o húngaros. La información historiográfica respecto a la presencia de esta cultura en nuestro estado es escasa, por tal razón, trataremos de relatar algunos hechos basados en el testimonio amigos que tuvieron algún contacto con ellos.

En el plano nacional, todo parece indicar que la más grande inmigración de húngaros o magiares a nuestro país ocurrió entre la primera y segunda guerra mundial, y a diferencia de Yucatán donde se establecían por temporadas, en la ciudad de México se asentaron de manera permanente alrededor del 80% de los que fincaron su residencia en el país y lograron consolidarse como empresarios que montaron pequeñas tiendas, fábricas y representaciones comerciales; al igual que lograron desde títulos como médicos, ingenieros, hasta ser artesanos, oficinistas, viajeros, camareros, o músicos, siendo esta otra historia con respecto a los que llegaban a Mérida quienes era de un estatus social bajo.

Este pueblo originario de la India y que luego se extendió por diversos países, mantiene en gran medida un nomadismo y ha conservado rasgos físicos y culturales propios, así como la vestimenta que los hace diferenciar de la población en la que se presenten. En su mayoría, estos gitanos provenientes de la ciudad de Budapest, llegaron al país porque tenían la intensión de llegar a estados Unidos, pero este último restringió la entrada a estos inmigrantes, por lo que se establecieron en México. En el caso de los gitanos, el nombre es derivado de la creencia que procedían de Egipto y que al llegar a Europa se les decía egiptanos y con el paso del tiempo se les implantó el apocope de gitanos.

En Yucatán y en especial en Mérida, se les veía a los adultos en compañía de sus hijos y nietos quienes vagaban constantemente por indistintamente por cualquier rumbo de la ciudad ya que eran nómadas y llegaban a estas tierras por temporadas. Era común observar a las mujeres de diversas edades con sus atuendos tradicionales “sacando la suerte”, vendiendo baratijas, aretes y collares. Al caminar por las calles, al menor descuido, estas gitanas le tomaban la mano a los transeúntes y se las leían , pero a la gente de Mérida en general no le gustaba esta actitud.

Comúnmente en las casas pedían agua, comida y refrescos, sin embargo, cuando los habitantes se percataban de su presencia, simplemente cerraban sus puertas y ventanas. En el caso de los hombres, en las esquinas hacían piruetas para luego pedir una cooperación. Con esas actividades de espectáculo de calle se recorren el país practicando también el comercio de alimentos.

Siempre evitando señalar con un estigma negativo o positivo hacia esta población que sin duda es parte de la sociedad mexicana, pues finalmente son mexicanos, ya que estas personas a las que se les conoce bajo el término genérico de “gitanos” o como “húngaros” arribaron a México en diferentes movimientos migratorios del siglo XIX y del XX, pero es posible que llegada desde la Conquista. Y esto lo comento porque en muchos casos era personas algo “especiales” a grado que incluso no querían pagar el transporte urbano luego de utilizarlo como alguna vez me comentó un chofer. En aquellos tiempos, se decía que estos grupos también se dedicaban al hurto. Contamos con pocos testimonios de los sitios donde se alojaron en la ciudad capital, pero uno de ellos fue en la calle 61 x 54 y 56, donde curiosa y extrañamente permanecieron algunos años.

Un dato interesante proporcionado por nuestro amigo Luis Loría, proviene del desaparecido centro escolar “Felipe Carrillo Puerto”, que se ubicó en el sitio donde se asienta el mercado de San Benito. Ese antiguo centro constaba de un jardín de niños llamado “Dominga Canto Pastrana”, de primaria “Domingo Solís Rodríguez”, de la secundaria “Eduardo Urzaiz Rodríguez”, y la normal superior llamada “Rodolfo Menéndez De la Peña”. En la década de los 60 s del siglo XX, a las puertas de este centro escolar, todos los días se apostaba gente que vendía de todo tipo de baratijas y golosinas, así como un grupo de gitanos que hacían malabares con sus perros y gatos, y al terminar la función pasaban con un pañuelo para que la gente le arrojara monedas.

Por otra parte, en los poblados más pequeños, se asentaban en casas de campaña y con similar apariencia a un circo, e incluso hasta el presente es posible observar estos campamentos ocasionalmente en Valladolid ¿Pero qué hay de cierto que robaban niños? Todo parece indicar que algo de veracidad encierra este mito, tal y como narra el testimonio de un amigo de incuestionable solvencia moral, quien a la edad de siete años, al escuchar el llamado a la puerta se dirigió a ella y al tomar el cerrojo y abrir, gran sorpresa se llevó cuando una de estas mujeres lo sujetó del brazo y lo intento secuestrar, pero gracias a los intensos gritos de auxilio que replicó y a la oportuna intervención de su padre este hecho no se consumó.

En contraparte, tenemos el caso de una Húngara que le regalo, o le encomendó a su hija a una conocida familia yucateca para luego desaparecer. Al transcurrir los años, la niña se educó a la usanza yucateca, e incluso pertenecía al coro de la iglesia de Santa Ana. Siendo ya una señorita de veinte y pico de años, la mamá regreso ya casada con un millonario, solo que ya sin su atuendo inconfundible y luego de unos días de estancia en la ciudad desapareció nuevamente pero con la hija.

Si te acuerdas de ellos o si tuviste algún contacto con ellos sería maravilloso nos compartas tu experiencia pues nos ayudarás a reconstruir una parte interesante de la historia de la Mérida que se nos fue. Feliz Semana. 05/12/22. Sergio Grosjean Abimerhi.

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