Hay que reconocer que no causa ninguna sorpresa. Las exquisitas democracias occidentales y la FIFA se venden por dinero o interés geopolítico. Cuanto más alta es la cifra, más dispuestos están a olvidar la vulneración de los derechos humanos.
El Mundial de fútbol en Qatar es la constatación de que aceptan regímenes autoritarios siempre que les convenga. Es verdad que en algunos aspectos Qatar es más tolerante que sus países vecinos, pero tampoco es una democracia, sino una “finca” propiedad de la familia Al Thani. La comparte con sus conciudadanos, que disponen de una renta per cápita superior a los 60 mil dólares.
El emir y su familia son fabulosamente ricos. Provienen de la confederación tribal Banu Tamim que llegaron a Qatar alrededor de la década de 1720 hasta establecerse en Doha en el siglo XIX. Está formada por unas 20 mil personas. Por supuesto, todos son millonarios gracias al dominio del país y sus fabulosos recursos energéticos.
Esto explica el enorme poder e influencia que tienen sobre las democracias occidentales (y sobre FIFA). A golpe de talonario, con el dinero que obtienen vendiendo a Occidente petróleo y gas, han comprado todo lo que han podido, incluido el apoyo político a su régimen autoritario de baja intensidad, que no muestra la brutalidad de Irán o Arabia.
No hay nada que el dinero no pueda comprar, es el mensaje que hemos de aceptar añadiéndole que Qatar es una posición estratégica clave para los intereses de Estados Unidos y la Unión Europea.
Por ello, han podido conseguir y organizar un Mundial con el que quieren blanquear su sistema político, así como proyectar una imagen atractiva. Es verdad que han modernizado económicamente el país, diversificado sus fuentes de ingresos y quieren ser una referencia en el complejo mundo musulmán. Porque no es fácil gobernar un país con vecinos tan peligrosos como Arabia o Irán.
Que centenares de trabajadores fallecieran en Qatar construyendo todo lo del Mundial, que no recibieran sueldos y prestaciones justas, que las familias de los fallecidos no fueran indemnizadas, que se menosprecie a las mujeres y a los homosexuales y se les reprima y encarcele, todo eso es baba de perico para Occidente (y para FIFA), pero es ingenuo esperar coherencia y ética en estas cuestiones, ya que siempre está por delante el interés y el dinero. Por tanto, bienvenido sea el Mundial de Qatar con todas sus numerosas violaciones a los derechos humanos. . .
