Pedro Rivas Gutiérrez
El esposo no sabía qué hacer con los regalos de los magos de oriente y —como siempre— preguntó a la madre:
—¿Qué hacemos con los regalos que le dejaron al Niño?
—Prende el incienso, hará más agradable el ambiente en el establo y a lo mejor hasta espanta las moscas; vende el oro, compra tela para pañales, y guarda el resto para el viaje; la mirra la llevaremos a Egipto, ahí tendrá más valor.
—Pero… ¿eso agradará a Dios?
—No se puede desagradar a Dios cuando por amor se ponen las cosas al servicio del hombre.
El esposo calló y obedeció, como siempre.
Debe haber sido así… o parecido.
PFRG